Completas
No, no parece vivo lo que duerme sino libre, ajeno de sí, no en cárcel sino en alta higuera aleteando o entre varas de celindos, sombra entre la sombra, libre en la soledad sin signos, vibración de alas que nada inquieta.
No, no parece vivo lo que duerme sino libre, ajeno de sí, no en cárcel sino en alta higuera aleteando o entre varas de celindos, sombra entre la sombra, libre en la soledad sin signos, vibración de alas que nada inquieta.
El temblor del aire enrojecido, el silencio del mirlo, las sombras que se agitan en el muro anuncian la tiniebla, el desgarro del sentido, lo vano del movimiento. Y llega la quietud sobre las cosas, el cuerpo abandonado, y el escorzo de la mano dice: “Soy tuya, sombra mía”.
La brisa mueve la rama del granado, mueve el cabello, vaivén al sol de lo vivo ajeno de sí, amablemente llevado hilo de agua en un surco, una armonía laboriosa al dulce sol. Al dulce sol, de bruces en la tierra, la clemencia de estar, libre no libre, ni siquiera animal que…
El rayo de la aurora, el silbido del mirlo o, mejor, la insistente carraspera del grajo llamando a alguien, volver a la materia, a la solidez de los nombres o un propósito, eso es: una dirección. Todo vuelve a empezar, el alba, su llamarada, la condena del día. Y se apartan las…
Algo, sin decir, dice “despierta” y se abren los ojos a la noche que ya no es noche y el oído percibe la dormición del mundo, la ausencia de vaivén y de latido, y el cuerpo siente sus vísceras dormidas, su ligereza, el alivio de su soledad sin signos, y espera, espera.…